No sé si pájaro o jaula, Alejandra Pizarnik
La madrugada del 25 de septiembre de 1972 Alejandra Pizarnik ingirió alrededor de 50 pastillas que terminarian con su vida. Murió sola en su departamento pero hoy 48 años después, el mundo entero la recuerda para traerla a este del cual ella tanto renegó. Cada uno de nosotros, la revive en cada uno de sus poemas, sus diarios y sus escritos.
Tal vez las palabras sean lo único que existe en el enorme vacío de los siglos que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pizarnik es y será una figura mitica en nuestra literatura nacional, a través de este ensayo solo busco recordarla, acercala a quienes no la conocen y compartir las emociones que nos produce a aquellos que fuimos tocados por su arte.
La vida de Pizarnik es profundamente fascinante, fue una poeta de otro mundo, pero sobre todo, una mujer que creía en la palabra y vivía por ella, es por ello que al conocer su obra, el mundo se transforma en un universo compuesto por las palabras justas y exactas de Alejandra.
Tenía el poder de la palabra y un dominio sobre ella como pocos en este mundo. Fue transgesora del lenguaje, de los roles de su época, fue dueña de su destino hasta el último minuto de su vida cuando con tan solo 32 años decidió acabar con ella.
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso
cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. (El infierno musical, 1971).
De su obra como poeta y su historia de vida, podríamos hablar y escribir infinita cantidad de artículos sin cansarnos pero nunca deberíamos olvidarnos de todo el dolor que Alejandra atravesó a lo largo de su vida en los complejos con su figura, sus problemas de autoestima, y sobre todo: La sensación de estar por fuera de este mundo. Así, vivió la vida a través de la escritura desde muy chica, con tan solo 19 años que publicó su primera obra “La tierra más ajena”, publicado en 1955.
Poco después publicó La última inoncencia dedicado a León Ostrov, su terapeuta. En este segundo libro ya iría reflejando en sus poemas su preocupación por la muerte, la soledad y el silencio.
“La muerte se muere de risa pero la vida se muere de llanto pero la muerte pero la vida pero nada nada nada.” (La última inocencia, 1956).
Vivió en Francia donde conoció a Julio Cortazar, dicen que Pizarnik se identificaba con La Maga, el mágico personaje de Rayuela, una mujer que se niega a aceptar lo aceptable. Junto a Cortázar conoció los círculos intelectuales de París, además, él y su mujer Aurora Bernárdez intentaron ayudar a Alejandra con su inestabilidad emocional.
Luego de su estadía en París, Alejandra regresa a la Argentina y fue en ese entonces, donde todo comienza a ir aún mucho peor. Lo manifestó a través de sus escritos donde disociaba su persona de su poeta pero también a través de las cartas que se escribía para comunicarse con su viejo amigo.
Julio, fui tan abajo. Pero no hay fondo. Julio, creo que no tolero más las perras palabras. La locura, la muerte. Nadja no escribe. Don Quijote, tampoco.
En julio de 1955, Alejandra Pizarnik escribe: “De pronto me admiro de todo lo que hice. De mis papeles. Algún día van a estar en el museo (de algún Instituto Psiquiátrico). A su lado habrá un cartel: Poemas de una enferma de diecinueve años. Imposibilidad de razonar. Nunca meditó. Jamás reflexionó. Ninguna vez pensó. Parece ser que es sensible. Propensión a considerarse genial. Agresiva. Acomplejada. Viciosa. No muerde”.
Su poesía y sus escritos como este, demuestran que Alejandra no fue de este mundo y de alguna manera, siempre se anticipó al destino, en sus poemas fue dejando el registro de un final que no sería repentino.
Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.
Es indiscutible que en la obra de Alejandra Pizarnik puede verse su fascinación por la muerte, los pajaros y la jaula. Estar en una jaula también es morir un poco. Quizás en sus esas ansias de volar y no poder compuso todo su canto; un canto que serían sus poemas, con esas palabras como nota musical apareciendo en la partitura y componiendo el conjunto, para perdurar más allá de la existencia, y por fuera de las rejas que encarcelaban su alma.
Alejandra se fue porque ya no podía vivir de la palabra, se fue sin saber que hoy, vivimos a través de ella y su magia. Resignificar su ausencia a través de la palabra es revivir en cada instante un fragmento de todo el legado que nos dejó a aquellos que amamos su poesía y la fantástica capacidad de ser a través de la palabra.